En un ejercicio de reflexión profunda sobre la evolución económica, los Premios Nobel de Economía otorgados este año a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt nos brindan una oportunidad única para repasar la trayectoria que ha llevado a la humanidad desde el estancamiento secular hasta un crecimiento económico sostenido. La respuesta a esta pregunta fundamental no se reduce a simples estadísticas o teorías; en realidad, es un viaje por los siglos que nos permite comprender las fuerzas que han impulsado al mundo hacia adelante y los desafíos que debemos abordar para mantener el ritmo de progreso.
La Revolución Industrial, que se desarrolló entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, es el momento clave en esta trayectoria. Antes de este punto, incluso las sociedades más innovadoras y prósperas, como la Italia renacentista o la Holanda durante su Edad de Oro, no podían imaginar que la tecnología y la organización industrial serían los motores del crecimiento económico. La producción era limitada por la capacidad humana y las herramientas disponibles, lo que hacía que el avance fuera lento y laborioso.
Los premios Nobel han identificado varias condiciones esenciales para que surja un proceso de crecimiento económico sostenido. Una de ellas es la presencia de innovadores y emprendedores dispuestos a arriesgarse y apostar por nuevas ideas y tecnologías. En este sentido, el papel del empresario y el inventor en el desarrollo de productos y servicios revolucionarios no puede ser subestimado. Sin embargo, la innovación es solo una parte del proceso; también es necesario un entorno favorable que incentive la inversión en educación, investigación y capital humano.
La Revolución Industrial fue posible gracias a una conjunción específica de factores históricos y económicos. Por ejemplo, la disponibilidad de recursos naturales como carbón y hierro permitió la expansión industrial; mientras que el desarrollo del transporte y las comunicaciones facilitó la difusión de tecnologías y la globalización comercial. La creciente demanda de productos industriales también estimuló la inversión en capital y la formación de una clase media emergente con capacidad para consumir.
A medida que avanzamos hacia el siglo XX, la dinámica del crecimiento económico se volvió más compleja y multifacética. La teoría de la creación de empleo (en inglés, job creation theory) sugiere que la innovación y la inversión en capital humano son clave para generar puestos de trabajo y reducir la tasa de desempleo. Por otro lado, el enfoque en la educación y la capacitación también ha demostrado ser esencial para mantener el ritmo de progreso.
En la actualidad, los desafíos que enfrentamos para mantener el crecimiento económico sostenido son muy diferentes a aquellos que se presentaron en el pasado. La globalización y la digitalización han acelerado el ritmo del cambio tecnológico y económico, lo que ha llevado a una mayor interconexión entre las economías y una mayor complejidad en la dinámica del crecimiento.
Sin embargo, los premios Nobel nos recuerdan que, aunque los desafíos sean nuevos, el espíritu de innovación y emprendimiento sigue siendo fundamental para el crecimiento económico sostenido. La creciente importancia de la educación en línea, la robótica y la inteligencia artificial también sugiere que la inversión en capital humano será clave para mantener el ritmo de progreso.
En resumen, el Premio Nobel de Economía otorgado este año nos brinda una oportunidad única para repasar la trayectoria que ha llevado a la humanidad desde el estancamiento secular hasta un crecimiento económico sostenido. La respuesta a esta pregunta fundamental no se reduce a simples estadísticas o teorías; en realidad, es un viaje por los siglos que nos permite comprender las fuerzas que han impulsado al mundo hacia adelante y los desafíos que debemos abordar para mantener el ritmo de progreso.